Niña...

El pecho cargado de espinas,
lluvias estivales,
al caer la gota,
entre los dedos sangre.
Niña,
tus colinas requeridas como el amor que en los ojos turbios habita,
o el verdor oculto en la hendidura de un muslo.
Moras el cielo, el suelo, kilómetros de una basta, deslucida, peregrina muchedumbre de pájaros silvestres,
alas manchadas de reflejos iridiscentes.
Portaba en los pechos, flores por vergüenza, una tierna primavera,
halcones sedientos de leche materna,
alumbrando vida de palabra impresa.
Niña,
lavando tu melena ríos de pena,
el batir de un corazón yermo,
latidos arullados por el viento,
en la nana mortal del infante muerto.
Niña, te hablé en tercera, jamás quise hacer mía tu pena.
Niña, de tu alma, mi esencia sedienta.

Con un poco de locura por favor.

"Morir es un arte, como todo. 
Yo lo hago excepcionalmente bien. 
Tan bien, que parece un infierno. 
Tan bien, que parece de veras. 
Supongo que cabría hablar de vocación...." 
(Sylvia Plath.)


Recuperación ¿engaño o realidad? 
Los años, las malas decisiones y algún que otro trastorno con nombre y apellidos me han permitido experimentar el dolor -entiéndase físico y mental-. Miradas paternales aún inseguras y múltiples cicatrices blanquecinas atestiguan tal sufrimiento, un desbarajuste emocional que en ocasiones  me condujo al abandono, a la muerte prematura, o deseo de ella.
***
Julio de dos mil quince, diversos entendidos de la medicina corroboran mi recuperación, aplauden mi retorno a la luz, a la cordura o a la ausencia, por ahora, de locura.
¡Milagro! la adolescente caprichosa ya no se codea con el lado oscuro, no hunde la espada en su brazo, los kilos han ganado la batalla al rechazo.  Bromas e ironías aparte, señoras, señores, familia y múltiples especies en extinción -diversa chusma cogeneracional- realicemos un tour por la ciudad maldita, bienvenidos a la mente, mi mente. Bienvenidos al caos.(Tú, sufrido lector, deberás perdonar el dramatismo, la teatralidad y mi recurrente y excesivo uso de la adjetivación y repetición innecesaria de sustantivos. "¿Cada maestrillo tiene su librillo?").
Permíteme tomarme libertades, permíteme preguntar abiertamente ¿has pensado en la muerte? Y no, no hago alusión a consideraciones existencialistas o filosóficas, ésta pésima escritora reformulará susodicha pregunta ¿has pensado el tu muerte, tu vida siendo tomada por las manos que se aferran a tus brazos? Como monólogo o conversación unidireccional que esto es te ilustraré con mi experiencia, mi respuesta.
Estos días la costa levantina es azotada por un calor abrasador, la humedad (¡Oh maldita humedad!) empapa camisas, blusas y pellejos, el poniente invita a adueñarse del tirante y bañador y aquí ando yo, en tierras del Turia, en pleno julio con los brazos cubiertos. ¿Estupidez? Miedo, vergüenza, arrepentimiento quizás. Vestigios de cuadros depresivos y algún que otro mal, marcaron este cuerpo a fuego, como al ganado, como el trasero de una res cuyo destino es el matadero. ¿Y mi matadero? Hubo noches, mañanas, tardes, semanas, meses y años en los que viví junto a él, años en los que los berridos llegaban a mis oídos inundando mis ojos y acuchillando mi torso. El mundo observaba, observaba con congoja heridas y daños, la negativa de un cuerpo maltratado a huir del cadalso. ¿Cuerpo? El cuerpo, aunque fustigado, se hallaba sano. La mente, las voces, las exigencias condena del verdugo invisible que jamás nadie supo controlar.
Junto al matadero rodó mi cabeza por años, de piedra en piedra, de pezuña en pezuña ¡vaya, un remanso de paz! confiar en ellos error fatal. Sufrí, me pudrí, por dentro, por fuera y contagié a quien se aproximaba a mi vera. Presa y carcelera, enferma y enfermera.
Recuperación ¿engaño o realidad?  Nulidad. Es la recuperación tierra inestable, plagada de grietas y socavones de los que ni Moria es rival. La recuperación es temporal, ambigua y terrorífica.
Julio de dos mil quince, aún no he topado con un nuevo abismo.
Un ángel me ha llamado
riendo
gritando
clamando
¡no hay final para quien vive amando!

Tanto, tan poco y sobró.

Te quise.
Te quise tanto y tan poco.
La vida, los encantos de dos cuerpos mutilados,
los sentimientos, pendencieros, construyeron cimientos de hielo y cieno.
Auroras de miedo,
por bandera las suplicas de una mujer muerta,
eslabones de cadena carcelaria, condena de mujer maltratada.
Te quise tanto y tan poco que caricias y besos eran golpes, alagos piadosos a mis ojos,
lo divino del destino marchito por dos puños y un cariño,
el despojo de un rostro, hoy un ojo, mañana un brazo cojo.
Hastiada de labios remendados, de ojos morados, de la angustia del colapso emocional,
del suspiro en un rincón clamando perdón.
Abrazo mi vientre, el feto que con un hacha rompió mi espalda, quizás tus manos,
perdí la vida,
un nicho con nombre de niño.
Muerta te miro hasta el fondo,
te odié tanto y tan poco,
nado entre los brazos del loco.

Chica sauce, chica flor, chica sin nombre o perdón.

Melena de sauce, henchida de pena contra el viento lloras,
voces arcaicas, conjuros de Gaia, pueblan la garganta acuchillada sin gracia.
Historias, de final incierto, reclaman pestañas colmadas de savia,
el verdor de un cuerpo enfundado en rosas,
por pezones, dos espinas talladas en madera caoba.
Prende, prende y renace, en el bosque se cuecen murmullos, arrullos de nueva vida.
Minutos estacionales paren destellos de paz y vigor,
lecho sombrío, cámara de sombra naciente,
crece,
el rumor de la maldad se extiende,
suprema, puebla ríos y colmenas, reina abeja se subleva.
Tala a traición, matricidio, la flor que le dio la vida,
escupe, el polen que recorre sus medidas,
ahoga siglos de nación en el roto corazón.
Con sus garras talla el destino,
bruja de verdades,
el homicidio de lo extinto es solo el principio.

Amigo, compañero, poeta.

Querido Federico, la muerte te salvó del conocimiento de la barbarie del exterminio, de la humillación sin nombre, de la agonía de millones de vidas. Instruiré tu espíritu, hablando con el asesinado de asesinato, holocausto.
Federico, tus ojos y oídos, testigos del sufrimiento español, fueron sepultados antes de ver y oír, antes de ser testigos del hambre, cuerpos enclenques, columnas de humo en el firmamento, bastos campos cuya belleza fue sepultada bajo barracones, ataúdes. Viejo amigo, el continente acogió en su seno cadáveres despojados de identidad, Europa quedó masacrada, la historia, eterna desdichada, quedó marcada.
Años, generaciones, manos de hierro han sido forjadas y quebradas, el dominio del nazismo acabó, otro gigante, oscuro y frío, inundó nuestras mentes: el olvido.
Poeta, compañero, alcemos la pluma una vez más para honrar, para hacer frente al tirano, para conceder consuelo a millones de cuerpos, hombres, mujeres, niños, ancianos, españoles, polacos, judíos, gitanos... vidas, iguales.
Fotografías, grabaciones, testimonios, nada, jamás, podrá reflejar la agonía de los miles de corazones que este campo escuchó latir por última vez, ningún homenaje logrará acabar con una ínfima parte del pánico que agarrotó los pies de quienes hace setenta años, desconsolados, se preguntaban el porqué ¿por qué ellos? y murieron sin saber.
Amigo, compañero, poeta, víctima, muerto, Federico, te recuerdo. Recuerdo lo que la humanidad ignora y la historia clama: decenas de millones de cuerpos inundan el seno de la tierra. Recuerdo el nombre de cada campo de exterminio y la certeza acude a mi mente, el infierno existe, el diablo tiene rostros y nombres. Recuerdo una pena compartida y asentada, asumida e ignorada, una pena hoy en pie, una pena que grita los nombres de cada rostro abofeteado por la muerte, por el odio, la locura.
A kilómetros y años de la barbarie me adentro en Buchenwald, alzo la voz. Queridos compatriotas, España no os olvida. Queridos desconocidos, el futuro  os necesita.
La memoria nos salvará al vida.